Critica: Grindhouse (Death Proof) (2007)
“Death Proof” es la penúltima aventura de Quentin Tarantino, creador de clásicos como Reservoir Dogs, Pulp Fiction, Jackie Brown o Kill Hill, un homenaje a la serie B con el que se lanza al vacío con para ser pasto de las críticas por realizar una película…mejor no adelantemos acontecimientos y vamos a poner un contexto apropiado para poder comprender todo esto.
Grindhouse no es más que el nombre de las salas americanas donde en los años setenta se proyectaban las clásicas “exploitation”, esas películas de bajísimo presupuesto en las que el terror, la violencia y el sexo campaban a sus anchas así que ya os podéis imaginar por donde van los tiros…
Un grupo de chicas jóvenes exuberantes, y que están para más que mojar pan, recorren las carreteras para correrse una juerga hablando de lo que deben hablar según la psicología femenina que existe en la cabeza de Quentin las mujeres, es decir, sexo por un tubo, lenguaje soez (por supuesto…como hablar de ello si no?) y mucha cháchara que puede terminar por aburrir….mientras son seguidas de cerca por Stuntman Mike (Ma-gis-tral Kurt Russell), un psicópata hijo de puta cuya vida se basa en rastrear las carreteras secundarias de Texas con su bólido, una auténtica máquina de matar preparado para preservar la integridad de su conductor incluso en choques frontales, en busca de éstos especimenes para satisfacer sus pensamientos más perversos.
Pensamientos que se desarrollan a pedir de boca una veces y no tanto con otras aunque terminen con el mejor y más macarra destrozo automovilístico con vidas humanas de por medio, cinematográficamente hablando de los últimos tiempos, un final simplemente inolvidable y antológico que casi hace olvidar los innumerables minutos de espera a éste…
En cuanto a la estética es fiel a lo que homenajea, la belleza estética de los coches y las carreteras de esa época, la actitud de regodearse en una historia sencilla donde la persecución lo es prácticamente todo, el encanto de una actitud de macarra setentera frente a la autoridad, la sociedad y todo lo que haga falta….Todo ello aderezado con toques en la edición para conseguir una imitación de los desperfectos que sufrían las antes de la era digital con cortes, cambios de color, picos de audio, película quemada….y una fotografía que consigue perfectamente lo que Quentin andaba buscando.
Son notables los múltiples guiños siendo la mayor parte a sí mismo como hace con el politono “Nervios rotos” de Herrman, el look visual del flamante coche con estilo Kill Bill , un nuevo baile a recordar o unas especialistas como Monica Staggs y Zoe Bell (‘Kill Bill) que resultan ser las co-protagonístas de nuestro segundo acto y otros a las figuras de época de las películas de la serie Z como un Kurt Rusell intentando ser el mejor de los Kowalski en ‘Vanishing Point’.
A mi forma de ver, la pequeñita historia de psycho-killer producto de una noche de borrachera con su amigo Robert Rodríguez da como mucho para una hora. Y hubiese sido una simpática historia con esa duración pero con dos horas, el resultado es una película donde el primer acto ocupa media película y pasado ese momento, la película “empieza otra vez” perdiendo como otra media hora en caracterizar a los nuevos personajes.
Así que para recomendaros ver la película no puedo si no mirar a la cámara cual Kurt Russell con cara de “ya sabéis lo que va a pasar”, hecho que seguramente os haga entender cómo uno puede llegar a ver éste delirante e irregular homenaje a lo que para estos locos fue toda (o la mayor parte) de su juventud metida en los cines.