Crítica: Cisne Negro
Es un auténtico coñazo. ¡Es que no puede ser! Ver una película con gente comiendo palomitas en estéreo es un incordio. Pero cuando es en Dolby Surround (uno delante, otro atrás, y a los lados) es ya una pesadilla. Sin embargo, las palomitas pueden dar una idea bastante precisa de la calidad de la película. Cuando solo apenas alcanzas a oír tu respiración frente a la pantalla; cuando la totalidad de espectadores está muda y embelesada... Entonces sabemos que ha merecido la pena el gasto que ha supuesto la entrada y que ese momento lo recordaremos durante meses. Y efectivamente, Cisne Negro es una obra antipalomitera.
Black Swan (Cisne Negro) de Darren Aronofsky es una obra que quizá muchos que no se han informado lo suficiente crean que se trata de una más de superación personal, al estilo Billy Elliot. Nada de eso. Cisne Negro bebe del suspense y del género de terror. Es un thriller psicológico con un gran dominio del desarrollo del personaje principal, del ritmo y con una notable tensión siempre en aumento. Si bien es cierto que el comienzo no es nada del otro mundo, hay un punto de inflexión en el que todo cambia, donde dejaremos atrás un lastre enorme en forma de "argumento y translación vista mil y una veces en multitud de películas" y parecerá que estemos viendo otra película. A partir de entonces la tensión irá creciendo hasta llegar al clímax final.
Natalie Portman, digna ganadora del Oscar por su interpretación, retrata a las mil maravillas a la chica frágil que es Nina, la bailarina de ballet que quiere el papel de la Reina Cisne. Pero para lograrlo deberá dominar al Cisne Blanco y al Cisne Negro. El primero no es problema para una chica que pretende ser perfecta pero para el otro, deberá buscar su lado más oscuro dando lugar a un fascinante estudio del precio tanto psicológico como físico que implica la búsqueda de la perfección por parte de la bailarina protagonista en una transición dada de una forma tan natural como lo es la inclusión de la obra compuesta en 1875 y representada en multitud de versiones hasta el aburrimiento. Pero nunca de esta forma, como dice Thomas Leroy, personaje interpretado por el vigoroso y físico actor Vincent Cassel.
Esta dualidad se hace patente en casi todos los aspectos de la obra de Aronofsky gracias al estilo y tratamiento dado a una composición formada en casi la totalidad por el duotono blanco y negro que serán los predominantes de la composición. Matthew Libatique, responsable de la fotografía, ha hecho un trabajo excelente, especialmente en las escenas de baile y las que exploran la psicología de Nina. Un aspecto que junto a la orquestal banda sonora produce un efecto hipnótico en el espectador y que en el tramo final, con una flamante Natalie Portman al son de El Lago De Los Cisnes desembocando en un momento francamente inolvidable.
Cisne Negro está hecha para disfrutar, para deleitarse con ella, para gozarla... Una delicia.